Los errores que provocan las autocorrecciones son el resultado de una conveniencia tecnológica que permite tipear en cualquier lugar, incluso cuando el mensaje no siempre sale como se ha planeado. Entonces, como la tecnología de la autocorrección ha avanzado, lo mismo ha sucedido con los errores.
La autocorrección se originó con los programas de procesamiento de palabras en la década de 1980, en los cuales el idioma que se usaba se comprobaba con un diccionario para garantizar que la ortografía fuera la correcta.
Según un estudio que se llevó a cabo en el año 2012, en Gran Bretaña, dos tercios de los adultos del mundo no podrían escribir "necesario" y un tercio no podría escribir "definitivamente" sin la ayuda de la característica de autocorrección. En ese momento, el tema era simple: hacer que el tipeo fuera más rápido y más exacto. Para ayudarnos, usted sabe, a no parecer un idiota.
Pero en estos días, la autocorrección está creando problemas a medida que resuelve otros. Las compañías de tecnología, como Google, Facebook y Apple, emplean a docenas de lingüistas (o "programadores del idioma natural", como se los conoce) con el fin de analizar los patrones lingüísticos y rastrear la jerga, e incluso la cultura popular. Y pueden hacer cosas asombrosas: corregir cuando uno toca las teclas equivocadas (el fenómeno del "dedo gordo") y analizar a quién se le envía el mensaje de texto, la forma en la que se habló con una persona en el pasado y hasta el tema del que se habló.
El teléfono inteligente ahora puede ser capaz de sugerir no solamente palabras sino frases enteras. Y cuanto más se lo usa, más recuerda; presta atención a las palabras repetidas, a la estructura de las oraciones y al tono.
Todo esto está bien, excepto que ahora los errores del autocorrector son menos inocentes. En estos días, las autocorrecciones probablemente le digan a la persona que recibe el mensaje algo sobre usted.
A una amiga que trabaja en una compañía de medios de comunicación le pidieron que enviara un importante informe analítico a su compañía y el asunto decía: "Informe semanal anal".
Al preguntarle por qué esa palabra parecía producir errores de autocorrección tan frecuentemente, Zimmer afirmó: "Una palabra como 'anal' es corta, tiene letras comunes".
Caroline McCarthy, una consultora digital, tiene un colega llamado Aran con el cual intercambia mensajes de texto de manera regular. Y, a pesar de que su nombre está grabado en la lista de contactos, para el iPhone él es simplemente "Arab" (árabe). Bridget Todd, una editora de redes sociales, de MSNBC, en más de una ocasión se ha referido a una amiga ("Whitney") como "Whitey". (Todd es afroamericana y la palabra "whitey" en la jerga refiere a "blancucho").
Pero, por supuesto, cuanto más nos equivocamos, más entendemos esos errores (o, al menos, eso es lo que esperamos).
No hay comentarios:
Publicar un comentario